Hablame de personalidad

La historia de Andrea es de las más sorprendentes con las que me he encontrado en toda mi carrera. También es un verdadero ejemplo de cómo los espacios diseñados nos ayudan a vivir de otra manera, cambian nuestras rutinas, nuestros hábitos y nos ayudan a vivir más cerca de la manera en que realmente queremos vivir.

Cuando fui a la primera entrevista en su departamento, me encontré con un living vacío (sólo había una silla plástica y la caja de un lavarropas llena de ropa) y un dormitorio en donde sólo estaba la cama y una tele apoyada sobre una mesa desvencijada. Dí por sentado que Andrea acababa de mudarse. Entrada la conversación, se me dio por preguntarle cuánto hacía que vivía ahí y la respuesta me dejó atónita: 12 años, me dijo. Entonces le pregunté si había regalado todos los muebles, pero no, hacía 12 años que vivía así, sin muebles, la persiana del balcón baja y el balcón abandonado. Yo no lo podía creer. Ella se reía y me decía que sí, que sabía lo raro que sonaba pero que era así. También me dijo que finalmente “se había despertado” y que necesitaba construir un hogar. Enseguida me motivé con el desafío.

Nunca tuve tanta libertad para proponer cosas. Mezclamos estilos, jugamos con los colores, con las texturas, con los estampados, con las luces. Convertimos el balcón en un ambiente más de la casa. Usamos maderas macizas y tejidos, para traerle un poco del sur argentino al corazón de Belgrano. Y el broche final: Andrea, que en este proceso de redescubrirse empezó a estudiar fotografía, finalmente se animó a exhibir sus propias fotos en las paredes de su casa (¡lo que costó!). Es una de las casas más personales que he diseñado, de los procesos más transformadores que me ha tocado compartir con mis clientes. Tanto que me emociona contarlo.

Hoy Andrea no sólo tiene otra casa, tiene otra vida. Levanta las persianas, desayuna y cena en casa, se sienta a su mesa, se tira en su sillón, toma mate en el balcón, hace la cama todos los días, perfuma su casa, tiene comida en la heladera, y sonríe, de oreja a oreja.

Me dijo que no sabía bien lo que quería pero lo único que me pedía era una casa llena de color. Tuve que decodificar a Andrea y para eso le hice un test con varias preguntas y fotos, y le fui preguntando cosas a lo largo de varias entrevistas. Legué a la conclusión de que era muuuuuuy ecléctica, que le gustaba mucho la naturaleza (la Patagonia en particular) y por sobre todas las cosas, que estaba decidida a dejar salir la persona alegre y cálida que es. También supe que, para Andrea, este proyecto era mucho más que diseñar su casa, era parte del rediseño de su vida.