¿Cuántas veces fantaseamos con remodelar la casa?

Desde modernizar baños y cocina, cambiar los pisos, hasta ganar un ambiente, un quincho, hacer un entrepiso, una sala de juegos… Y muchas veces lo dejamos en eso: un sueño, una fantasía. Porque parece abrumador de sólo pensarlo. Pero es bueno saber que no todo es tan difícil o tan costoso como parece. El secreto es cómo dar en el blanco para lograr el objetivo optimizando recursos.

Lo primero es hacer un buen diagnóstico. Parece una tontería pero es gran parte del éxito de una reforma. Solemos partir de premisas equivocadas porque pensamos directamente en las soluciones en vez de detenernos a entender cuál es verdaderamente el problema. Es muy común en las primeras entrevistas, escuchar cosas de este estilo: “yo quisiera poner una pared acá y cerrar con una puerta así”. Eso en realidad es una solución a un problema que no está siendo explicitado. Pero si logramos nombrarlo, se nos abrirá un mundo de posibilidades y quizá alguna idea sea más eficiente que “la pared acá y la puerta así”.

Una vez identificado el problema, sí es el momento de dar soluciones. Surgirán diversas alternativas, que podremos evaluar en calidad, costos, tiempos, etc. De esa evaluación surgirá el anteproyecto, que viene a ser algo así como el camino a seguir. Tenemos una idea, sabemos cómo la vamos a materializar, tenemos una estimación de cuánto nos va a salir y el tiempo aproximado que va a durar la obra.

Entonces es el momento de empezar a definir todas esas aproximaciones y convertirlas en un proyecto: dibujar todo lo que haya que dibujar, elegir las terminaciones definitivas (pisos, revestimientos, colores, telas, etc.), definir las cuestiones técnicas, obtener los presupuestos reales y hacer un cronograma de obra y de pagos.

Un tema clave en esta etapa es la elección de los gremios y proveedores idóneos para la ejecución de cada uno de los trabajos. La falta de experiencia en determinadas tareas específicas y de planificación, se traducen irremediablemente en errores evitables (estéticos, técnicos y temporales) y todo esto termina redundando en una mala inversión del dinero. Nadie es experto en todo. En una obra, así como en casi todas las disciplinas, es fundamental el aporte de cada especialista.

Y por supuesto, en este mismo sentido, siempre es aconsejable emprender cualquier obra, por menor que parezca, de la mano de un profesional especializado, que sabrá dar soluciones más integrales, cuidando de cada uno de los aspectos a considerar.

Ya no tenés excusas. No dejes que esa reforma que pensaste tantas veces quede en el cajón de los recuerdos. Pedí una consulta, asesorate, y animate a vivir tus espacios como siempre soñaste. Seguro hay alguna solución al alcance de tu mano.

Arq. Andrea Longo